Una horrenda situación se vive en el Cauca, una ola de asesinatos en el transcurso de la semana paraliza y truncan los sueños de paz, llenando de zozobra y terror a las comunidades que padecen los vejámenes de la violencia. De una manera cruenta y despiadada, fueron vil mente asesinados miembros y autoridades indígenas en el Norte del Cauca, en cuyo hecho cayo la Gobernadora Cristina Bautista, egresada del programa de Trabajo Social de nuestra alma mater enlutando nuevamente a l@s univallun@s.

En el año 2016 los estudiantes vimos con gran entusiasmo la firma del Acuerdo de Paz, ya que este representaba las esperanzas del mejoramiento – aunque sea un poco –   de las condiciones para nuestro país.  Sin embargo, las fuerzas más retardatarias y apátridas (el uribismo) retorna al poder del gobierno central y poco a poco van cumpliendo con sus objetivos de hacer trizas los acuerdos.  El incumplimiento sistemático de los acuerdos de paz es latente, con el agravante del aumento exponencial del asesinato sistemático de líderes y lideresas sociales.

El año 2019 ha sido muy doloroso para los univallunos, las universidades suelen ser unas burbujas; unas especie de “Repúblicas Independientes” en donde lo único que importa es mundillo académico e intelectual y se suele estar aislado de las realidades del país. Sin embargo en este año hemos vivido en carne propia el horror del conflicto.  Con profundo dolor vemos como los muros de nuestra universidad se tiñen de los rostros de aquellos que ya no están.  Con gran desespero gritamos ¡BASTA YA! No queremos tener que hacer más murales para conmemorar a nuestros compañeros, ¡NO QUEREMOS MÁS MUERTES!    
    
¿Cómo olvidar a Jhonny Silva, a Katherine Soto, a Julián Andrés Hurtado, a William Ortiz, a Cesar García, Jonathan Landínez  y la larga lista de Univallunos asesinados?, ¿Cómo escribir la lista de las decenas de miles de muertos que nos deja este conflicto? La degradación cada vez más profunda, la prolongación de esta guerra fratricida tan evidente hoy en nuestro campus, tal y como lo ha sido de manera ininterrumpida en nuestros campos. Es la triste historia de cómo la desigualdad, la exclusión política, la marginalidad y el Santanderismo se han traducido en violencia desmedida, en odios heredados, en campos desolados y en vidas arrancadas.

La historia del conflicto social, político, económico, cultural y armado en nuestro país, elemento transversal en la vida cotidiana de cualquier colombiano, producto de condiciones históricas inaguantables para el desarrollo de la vida de  sectores mayoritarios de nuestro pueblo. Conflicto que nos impone un peso histórico, pero también una realidad histórica, la realidad de este pueblo que ha sido mil veces golpeado pero jamás derrotado, siendo consecuente con esto,  nuestra generación ha venido enfrentando de forma propositiva y decidía las políticas educativas basadas en la profundización del modelo económico que  beneficia a pequeños sectores a costa del sufrimiento de la gran mayoría de colombianos. En las calles hemos sido demoledores pues la fuerza de nuestras razones se impone.

Haber reversado la nefasta propuesta de reforma a la ley 30 en el 2011, el Paro Agrario, haber impedido la liquidación del Hospital Universitario del Valle en el 2015 y el histórico Paro Nacional de 2018 y la Minga del Suroccidente de este año  demuestran el  resultado contundente de la lucha y la organización, esto algo que no agrada a quienes han detentado el poder y por eso no han escatimado esfuerzos en intentar deslegitimar nuestra lucha, en intentar dividirnos, en amenazarnos e intimidarnos. Sin principios y sin ningún asomo de humanidad, con amarillismo, sin respeto por la vida, sin importar el clamor de las comunidades en los territorios en sus anhelos de Paz, la clase en el poder incumple sistemáticamente los Acuerdos de Paz y nos condena a una guerra fratricida perpetua.  

Esos gestos de desprecio por la vida, execrables desde cualquier punto de vista no pueden seguir teniendo cabida en nuestro país, el dolor de una madre, una viuda, un huérfano, un padre, es un costo muy alto que no podemos seguir pagando. La guerra que se ha llevado lo mejor de nosotros debe ser desterrada para no volver jamás. La paz ante nuestros ojos se torna imperiosa. 

Los estudiantes entendemos que la vida siempre debe estar por encima de la muerte y el conocimiento por encima de la ignorancia, en un país como Colombia donde la desigualdad se torna inmensa mayoría de colombianos, de quienes jamás nos hemos beneficiado con la guerra,  la lucha por la educación es ante todo la lucha por la Paz Con Justicia Social.

Vamos todos y todas, optimistas siempre, con alegría y con propuestas a luchar por la educación que queremos para que contribuya también al país que queremos, un país en el que la muerte violenta de muchos estudiantes no valga menos que la muerte violenta de un policía, un país donde la primera que morirá será la guerra, un país con democracia, soberanía y paz con justicia social.[1]


“Quieren cerrarte a tu pueblo
Con llaves de oscuridad
Quieren que construyas máquinas
Para matar mariposas
Y evitar que vuelen
Llevando la luz

Tantas veces han cambiado
Tu boina azul
Por los absurdos cascos
De un orden feudal
La señora burguesa
Quiere que vistas de noche
Y que juegues canasta
De espaldas al pueblo
Pero, mientras dentro de tu vientre
Vayan dos muchachos
Tomados de la mano
Respirarás la libertad. . .

Alma Mater
Quieren matarte
Con flechas de oscuridad”







1] Dedicado a nuestra compañera Cristina Bautista